La carrera del corredor atraviesa las más altas expresiones del espíritu
del hombre, encarna la fuerza sin tiempo de los héroes, o la lucha contra los
molinos de viento de los antihéroes. Porque la carrera no censura nada, no
evita nada: atraviesa tanto la derrota como la victoria, va al encuentro de la
felicidad y del dolor, lleva sobre sí la carga de una amplia gama de emociones.
Correr es como vivir, y cada cual tiene su vida:
gloriosa, infeliz, larga, breve, solitaria, cuesta arriba o cuesta abajo.
Sólo una cosa es cierta: a través de la carrera se busca
siempre forzar el límite de las propias posibilidades, o profundizar un poco
más con el conocimiento del propio cuerpo y de la propia mente.
La carrera tiene los trazos de una escritura corpórea
que hace que todo sea posible. En la carrera se lucha con las propias
limitaciones y, mientras tanto, en el corazón más profundo del cansancio
absoluto que anula las diferencias, se derriban muros de todo tipo, personales,
sociales y culturales.
Y no importa que la carrera sea un arte que no
utiliza lienzos o una escritura que no necesita palabras. Eso no la hace menos
poética en absoluto. El cuerpo del hombre en movimiento teje de todas formas su
red de palabras y consigue decir todo lo que tiene que decir.
Gaia de Pascale: "Correr es una filosofía".
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